Las Fallas de este año, han tenido en general un sabor agridulce. Recortes presupuestarios, vientos huracanados, lluvias torrenciales, los artistas falleros que no daban abasto con restauraciones de los monumentos y otros que dejaban colgados a la comisión que les había contratado echando por tierra la ilusión de un año entero de trabajo…
Un sabor agridulce como digo.
Sin embargo, también ha habido pequeños terrones de azúcar. Unión fallera, hermandad, trabajo común, conocer gente maravillosa a la que ya considero mis amigos, y fiesta, mucha fiesta. Y por supuesto, lo que no puede faltar en las Fallas, magníficos monumentos de arte efímero, preciosos detalles, increíbles remate, modelados perfectos, sátira y bromas a raudales, valencianía, devoción, flores, pólvora, telas glamorosas que llenaban de vida las calles, olor a buñuelos… y turistas, miles y miles de turistas. Por aquí, por allá, donde fueras, donde estuvieras, siempre había un curioso turista que te pedía hacerse una foto contigo y te pedía con la cara llena de asombro que le explicaras ¿pero esto que es? ¡estáis locos!
Pues sí, estamos locos, y por eso mismo somos capaces de crear la única fiesta en todo el mundo donde el turista tiene motivos para llenar la memoria de sus cámaras de miles y miles de fotografías y aún así será incapaz de explicar lo que ha visto y vivido aquí… en Valencia.
Valencia.
¿Te he dicho alguna vez que te quiero?
¿Te he dicho alguna vez que te quiero?
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